Mostrenco writes, «Un pobre debraye sobre la calamitosa organización de la que es considerada la convención de cómics más grande del país.«
Pues henos aquí; su servilleta fue a Tlatelolco a la tan mentada TNT versión 6, el año pasado había ido a la 4 y como en aquella vez llegue a eso de las tres, no tuve tanta bronca para entrar. Pero en esta ocasión cometí el desatino de llegar a las doce del día frente a las puertas del Centro de Convenciones de Tlatelolco. La fila que me estaba esperando era de la longitud de la Línea 3 del Metro, equivalente al ego de algunos de los presentes –por ejemplo el mío.
Y ahí estuve durante tres esplendorosas horas, bajo el paliducho y mustio solecito de Chilango City, ya ven que como no tengo mejores cosas que hacer puedo andar regalando mi tiempo, y durante esas horas de ocio forzado uno se pregunta “por qué”:
¿Por qué tenemos que tolerar esto? ¿Que los organizadores no tenían previsto que miles y miles de miembros de la lifeless society irían en masa al evento? ¿Qué fue del patrocinio de MVS? Una muchacha del staff con amabilidad estándar nos dio a los que estábamos en la fila una hoja de registro del CCPM, benemérita escuela de computación. “Si no lo llenas no podrás entrar” me dijo, obviamente no lo llene, ni lo entregue, ni tampoco tuve problemas de ninguna clase para entrar. Nadie se niega a que le des tu dinero si antes no le das también un papel inútil. Porque ese registro en realidad sólo sirve para que la escuela de computación en cuestión use los datos allí escritos (nombre, dirección, teléfono y correo electrónico) para regalarte una dotación periódica de spam en tu cuenta de correo. ¿Por qué mejor no ponen a todas esas chamacas a que vendan boletos en lugar de estar repartiendo hojas de registro balines?
La fila se detenía a veces por diez, por veinte minutos, los colegas de adelante y de atrás comentaban que siempre era lo mismo con la TNT. ¿Que la experiencia no les ha servido de nada a los organizadores para mejorar el evento? Finalmente después de las mencionadas tres horas y 35 pesos pude entrar. Había cosas interesantes, es cierto, pero… ¿lo suficiente para justificar la espera? No, siendo estrictamente honestos. Es bueno ver cada vez más intentos de cómic independiente, algunos bastante aceptables, otros no tanto; me agradó ver que el ambiente fue por momentos el adecuado para la convivencia de los fans y que la piratería fue echada pa’tras gracias a un imprevisto operativo de la AFI –Hay quienes dicen que fue el jueves que no había mucha gente, otros afirman que en realidad fue en el Rock Show-, además de lo común que fue ver padres de familia que llevaban a sus hijos de cuatro, cinco, seis años de la mano, un buen indicativo de lo sano que fue la convención y de que los cómics están por ganar respetabilidad por mera cuestión generacional; y una mención aparte merecen los animadores de los eventos, que cumplieron con la chamba.
Todo, todo eso estuvo muy bien ¿pero de que sirve tanto punto bueno en esta edición en particular de la TNT, si a final de cuentas su organización tan chafa, tan pitera, tan piña, tan charra acaba por hacer de la convención una cosa realmente espeluznante?
A las cuatro o cinco de la tarde de ese sábado se soltó un chubasco de aquellos con granizo incluido, el agua se alcanzo a meter por algunas de las ventanas del lugar, escuché más tarde que afuera los camaradas que estaban todavía en la fila resistieron el agua a pie firme.
En serio, ¿estamos tan necesitados de convenciones que somos capaces de enviar a nuestro sentido crítico por los chescos para ir a éstas?
¿Debe acaso de morir alguien –insolado, ahogado, desnucado por un granizo, electrocutado por un rayo ¡qué se yo!- para que los organizadores de la TNT se den cuenta que en realidad el servicio que dan es un verdadero asco?, ¿de verdad les interesa?, ¿o será que lo único que les importa es hincharse de billetes?