Roma, capital del imperio.
Sentado en el suelo, frente a la puerta enrejada que me separa de mi destino. Hay mucha gente en la mazmorra conmigo, esperamos nuestro momento. A través de los barrotes veo como luchan los gladiadores; esclavos como nosotros pero capaces de seguir viviendo siempre que venzan. Esta es la última lucha, es muy encarnizada. Ninguno de los dos quiere morir, está claro. La sangre resbala por sus cansados cuerpos y por los filos de sus armas. Y llega el final. Uno de ellos, el tracio, hunde su espada entre las costillas del galo y éste cae al suelo escupiendo sangre. está muerto, le ha atravesado el corazón...
Se abre nuestra reja y los soldados que hay a la entrada de nuestra mazmorra nos obligan a salir a la arena. El sol en lo alto del cielo, es abrasador. La arena quema. Esperamos presos de pánico cual será nuestra muerte. Finalmente se abre una de las rejas y entran en la arena diez osos pardos. Los han traido expresamente, hoy hay invitados especiales... Los han maltratado, están furiosos y nosotros desarmados, semi desnudos. Nos matarán, nos matarán a todos para el disfrute de los espectadores. Les complacen las atrocidades, ¿cómo pueden vernos morir así y parecerles divertido? Nuestras muertes no son más que un simple pasatiempo para ellos...
Corro sin cesar de un lado al otro y no veo más que sangre, no oigo más que gritos y llanto. Es horrible la muerte que nos han preparedo, quizás hubiera sido mejor la crucificación, por rebeldes... Pero no, hoy tenían invitados especiales y necesitaban carnaza para contentarlos. Mis compañeros mueren, mis amigos están siendo asesinados brutalmente por pura diversión...
Derrepente noto una garra penetrar en mi costado izquierdo y el dolor me invade. Pero es peor cuando el oso la saca, me desgarra la carne por completo. Siento un dorlor horrible... Es curioso pero, pese a que me enloquece el dolor, noto como me resbala la sangre por la piel. No puedo seguir andando, me desplomo en el suelo y el oso se abalanza sobre mi. Siento todos y cada uno de sus mordiscos y zarpazos hasta que, finalmente, pierdo el conocimiento.