Queridísima Abby:
Me dejaste con esta cara
tras leer tu texto. No te sientas atacada. Lo que estás viviendo forma parte de algo que es natural al ser humano y que se llama "crisis del crecimiento"
. Me hiciste acordar de los discursos que solía yo aventarme en contra de lo que no me parecía del momento que me había tocado vivir cuando yo tenía más o menos tu edad
. Sé que las generaciones que nacieron después de finales de los setentas, no la tienen nada fácil. Y te voy a decir algo más: sé que los niños nacidos en los ochentas son los hijos de mi generación y nuestros más inflexibles jueces. No creas, no me siento muy orgullosa del desempeño de mi generación como padres ausentes que dejamos toda la carga de la educación de nuestros hijos a las escuelas y a la calle so pretexto de que no teníamos tiempo para desempeñar el rol de padres tradicionales. El resultado está a la vista. Nosotros, los niños del sesenta, nacimos y crecimos en medio de una sociedad complaciente que poseía un inverterado optimismo hacia el futuro. A finales de la década del sesenta se dio el enfrentamiento entre la fantasía del cambio y la realidad de la violencia. Tal vez, el mejor ejemplo par explicarlo sea el libro ylla película de "La naranja mecánica". Cuando se estrenó a principios de los setenta, las imágenes propuestas por Stanley Kubrik pertenecían a una sociedad en un futuro que se nos antojaba lejano y perfectamente evitable; sin embargo, no fue así y, las generaciones contemporáneas que ven la película, suelen reconocer en ella a su situación actual cargada de desesperanza. Me siento incómoda ante los miedos de hoy disfrazados de indiferencia. Me siento incómoda porque fueron gestados por la desidia de mi propia generación que estaba más ocupada en resolver problemas teóricos que en encontrar soluciones prácticas a los retos del futuro