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« en: Junio 24, 2006, 02:03:41 pm »
No rebasaban las siete de la mañana del nuevo día, en las calles formadas de roca sólida, aun permanecían los arreglos sobre los pórticos y las orillas de los tejados, los juegos improvisados aun armados y asegurados al suelo por estacas sobre tierra mojada y algo de pasto que crecía cómodamente, en otras partes algunas mantas habían caído al suelo y sobre este de igual forma se encontraba todo tipo de fruta o golosinas improvisadas y a todo lo envolvía el roció de la mañana.
Debido a la tradición de los festejos de bienvenida, también fue adoptada la costumbre de no despertar sino hasta después del medio día en el siguiente día, después de todo, salvo por la celebración del año nuevo, este pueblo no aceptaba otra fecha para alejarse de sus deberes y la verdad era que tampoco eran mal agradecidos por unas cuantas horas adicionales de merecido descanso.
El viajero que se encontraba en la posada por fin había despertado, al momento de colocarse sus prendas pudo notar que estas habían sido lavadas, después de eso deambulo por el edificio sin encontrar un alma, al menos una que estuviera despierta, un agudo dolor de cabeza se hizo presente a los pocos minutos después de haberse enjuagado la cara, ahora se distinguía a un hombre de poco más de 35 años, con un metro ochenta de estatura y complexión delgada y atlética, de cabello ondulado y dorado, con una barba sombreada en el rostro y la mirada de alguien que siempre esta pensando en algo, sus ojos eran verdes, todos sus rasgos denotaban que provenía de alguna tierra invernal.
Después de haber recorrido toda las habitaciones, no quiso molestar a sus anfitriones para conseguir algo de comer, una vez fuera del recinto comenzó a vagar por los lugares ajeno a todo el desorden que se encontraba a su paso, otras veces bostezaba y se llevaba las manos para refregarse los ojos y justo como dentro de la posada, no había nadie con quien pudiese hablar y el estomago ya comenzaba a quejarse acompañado del malestar en las sienes que aun estaba presente, momentos después el viajero advirtió un leve sonido no muy lejos de donde se encontraba, un sonido que le resultaba muy familiar, era el sonido del metal chocando con metal.
El viajero llego entonces a donde el herrero, quien a pesar de las circunstancias, aun permanecía despierto terminando sus labores, generalmente los herreros son los mas dedicados a su trabajo, artistas del acero y genios para desarrollar armas, gente entregada en cuerpo y espíritu a un trabajo muy difícil y poco remunerado, pero todos los que pertenecen a esta practica, sin excepción, creían que su trabajo era de los pocos que dignificaba tanto al practicante como al mismo oficio, algo que se hace presente cada vez que se escucha al metal rebotando al rojo vivo y siendo moldeado por un pesado martillo.
- Muy buen trabajo si me permite decir… -
- Preferiría los buenos días, aunque, si he de serle sincero, preferiría que continuara durmiendo y me permitiera trabajar en paz –
- Temo que no podré complacerlo, mi estomago y mi cabeza me indican que ya he dormido lo suficiente… -
- Busca comida? Ha venido al sitio equivocado señor, yo le aconsejaría que despertará al holgazán del tabernero y las cocineras de la mesón para que le resuelvan al menos uno de sus problemas. –
- No soy de los que llevan la contraria con los demás, humilde señor, pero, tampoco pude hacer eso… -
- Y a mi no me gusta ser distraído de mis labores –
- Le pido disculpas, tan solo dígame, mi espada fue traída aquí sino me equivoco al igual que mi armadura, no pudo haber sido de otra forma cierto? –
- Así es, pero ya ambas han sido fundidas dado lo irreparable de su estado –
- Ya veo, en ese caso supongo que no podré cazar algo para comer en los bosques cercanos… -
- No se fije en eso, ahí a mis espaldas, hay una caña y el arroyo esta a unos cinco minutos –
- Entiendo y se lo agradezco mucho buen hombre, prometo devolvérsela en cuanto haya terminado de desayunar… -
- Por favor, tómese su tiempo, por cierto, no escuche su nombre –
- Llámeme… Drake… -
- Que tenga un buen día sir Drake y respecto a su espada, debe saber que no fue una decisión fácil de tomar, de haber podido hacer algo por ella no lo hubiera dudado, pero me producía mayor tristeza verla en ese estado así que la regrese a su forma original, esa espada tenia el sello real y por la manufactura y los detalles debió serle otorgada después de una gran hazaña –
- Es un hombre muy atento a los detalles, por ahora me limitare a dejarlo con su trabajo… -
- Eso es algo que le aceptare con gusto –
Sin decir más entre ellos, el viajero tomo la caña y dispuso sus pasos camino hacia el arroyo con la caña de pescar en hombros, el arroyo se encontraba en calma, el agua era cristalina y gracias a esto los peces eran fácilmente distinguibles por debajo del manto acuático, el viajero los miro por un momento y pensó – nadar contra corriente, una gran hazaña… - el viajero encontró una roca próxima al arroyo y recargo la espalda y obtener una posición más relajada, al extremo final del cordel colgaba el pequeño anzuelo, el viajero se quedo pensativo y nuevamente tomaría la palabra para con los peces.
- No me deshonrare utilizando artimañas con tan nobles criaturas, que desde que nacen luchan contra fuerzas mas grandes que aquellas con las que son bendecidas, de tal modo que atraerlos con hipocresía seria una total falta de respeto, sin embargo, aquel que sea humilde de corazón para entregar su vida por un desconocido que se acerque y que lo haga por una causa por la que no deberán dudar que será agradecida eternamente, tan solo necesitare a dos de ustedes, el primero es para un viejo herrero que trabaja sin descanso tal y como ustedes lo hacen ahora, por lo que les pido que sean indulgentes, el segundo es para un servidor, aquel que se ofrezca me otorgara la dicha de vivir un poco más con lo cual podré esperar el día en que con la misma entrega yo pueda ofrecer mi vida por la de alguien más… -
Con toda calma el viajero se encorvo y cruzo las rodillas para descansar la espalda, entrelazo con ambas manos el mango de la caña y cerro los ojos mientras dejaba que la brisa golpeara su rostro. Una hora después cayo el primero, de unos diez kilogramos, con escamas plateadas semejantes al acero y vivaracho como el fuego, presentaría al menos otros veinte minutos adicionales de ardua resistencia antes de entregarse finalmente.
- Una pelea digna, no esperaba menos de ustedes, un gran sacrificio que respetare y honrare de la misma forma… -
Una segunda hora se completaría antes de que el segundo mordiera el anzuelo, este era un poco más pequeño, de unos ocho kilogramos y color carmesí con líneas amarillas a los costados, pero curiosamente presentaría mas resistencia que el primero puesto que era más rápido y escurridizo y no se rendiría hasta que sus fuerzas por fin colapsaron en un gran salto por sobre la superficie que el viajero utilizo a su ventaja para atraerlo a la orilla.
- Un artista en vida mí querido amigo, gracias por dar tu vida a cambio de extender un poco más la mía y que en comparación es minima a la tuya… -
Tomando a ambos peces por la boca y la caña de nueva cuenta al hombro, el viajero regresaría con el viejo herrero, ahora la mañana estaba cercana a las nueve de la mañana y con forme se acercaba más y más se percibía el sonido del martillo chocando con los metales, llegando por fin a la entrada del taller, el viajero entregaría la caña y el pescado plateado al herrero, este ultimo se apartaría de su ensimismamiento y aceptaría el presente con toda calma y humilde gratitud.
- Vaya, sin duda no esperaba esto de usted, me dispondré a tomar un descanso entonces y como diría mi difunto padre, “el fuego no solo sirve para moldear metal”… -
- Hombre sabio, palabras sabias mi buen amigo… -
La siguiente hora transcurrió en calma, el herrero demostró que sus corpulentas manos también podían brindar una sazón envidiable a los pescados antes de ser degustados, ambos hombres comerían en silencio, cada uno sin despegar la vista de sus alimentos, al final el viejo descubriría una empolvada barrica detrás de algunas herramientas, armazones y maderas viejas.
- No proviene precisamente de un viñedo real, pero le aseguro que fue procesado y cuidado con la misma atención y calidad, me acompaña? –
- Mientras más sencillo mejor y francamente cualquier vino sobreviene muy bien después de una buena comida… -
Los dos nuevos amigos ahora bebían con calma en dos copas de madera y no se apresuraron en terminarse el contenido de la botella, con cada copa la acompañaba una historia, un relato o alguna travesía lejana, se tocaron temas de toda índole, desde el mas complejo hasta el más inverosímil, también se platico sobre la fiesta de bienvenida y del por qué nadie estaba despierto, por otra parte no se platico sobre vidas pasadas debido a que ninguno daba la pauta para ello y ambos comprendieron ,que hacerlo resultaría incomodo en la situación, después de tan amena charla, el vino por fin sería consumido.
- Esa cosecha tenia los años que me cargo ahora, yo mismo le procese con ayuda de mi padre… -
- Y que buena cosecha fue, pero, temo que ya debo retirarme, fue un crimen haberlo alejado de su trabajo por tanto tiempo… -
- Bien dicho y ya viene siendo hora de que regrese al mismo –
- Entonces lo dejo, disculpe, tampoco escuche su nombre… -
- Puede llamarme Rob –
- Fue un honor… -
El caballero dejo la herrería y a los pocos pasos el sonido del acero comenzó a sonar de nuevo, tan estridente y rígido como al principio, por ahora el hambre estaba saciada gracias al almuerzo y el dolor de cabeza disipado gracias al vino y sus propiedades milagrosas, después de ello se percato de que necesitaba un ligero aseo y prefirió regresar al arroyo en lugar de la hostería, dado el calor que ya se sentía y la posición del sol y la sombra que formaba en los objetos, el viajero pudo estimar que ya se habían alcanzado las once del día.
Una vez ahí se despojo de la camisa y se arrodillo a unos centímetros de la orilla para poder lavarse muy bien la cara y el cabello, así también para refrescarse el dorso y la espalda, mientras esperaba a que el sol le secara instintivamente giraría la vista hacia su derecha, a unos 30 metros de él se encontraba el pequeño Sigfried quien sollozaba en silencio mientras lanzaba guijarros al agua, algo lo mantenía inmerso en sus pensamientos de tal forma que no se había percatado de que el caballero se acercó a él con paso lento.
El joven Sigfried no demostró molestia alguna por la intromisión del viajero en tal momento, simplemente trataba de ignorarlo lanzando con mayor fuerza las rocas con base lisa de modo que rebotaran sobre la superficie.