LLUVIA DE SUEÑOS
Como pequeños cristales que refractan la luz, gotas que caen al suelo inerte, destruyéndose, lagrimas que ocultas en tus manos, recorren las avenidas de tus mejillas rosadas, en la alameda aquella era lo noche, cálida de invierno, una lluvia que cubres con tu paraguas, en medio de la tempestad el sosiego de la oscura obstinación de tu alma, llega y emerge de las alcantarillas por entre la brumosidad de la neblina.
Una canción empieza, tomas a tu sombra como tu dulce compañera de baile, en cuestión de segundos la habitación se transforma en un salón, muchas voces se escuchan, posas la mirada sobre aquella dama de semblante apacible, con un vestido de encajes rojos con zapatos de tacón, hermosos pétalos relucientes en su rostro y de mirada penetrante , bailas con ella, una melosa pieza de tango, sensual, erótica, terminas en su apartamento, la ves entre la oscuridad, esta tendida en la comodidad de tus brazos, dan las 6 de la mañana, te retiras dejándola tendida y cubierta con las sabanas de seda.
En la tarde, caminas por la avenida, el cielo pardo, llora con melancolía, mientras abres tu paraguas, las hermosas figuras formadas por los cirrus se distorsionan con el viento, en lo alto las aves en busca de sus nidos, llegas a tu casa, dulce placer de soledad, te quitas el sombrero, el saco, y a un lado dejas el paraguas negro, las oblicuas gotas avanzan hasta el piso, tu mientras te ves en el espejo, te introduces en tu cama, ocultándote en ella , acurrucándote, hasta entrar en un sopor.
Que hora es, dices, ves tu reloj son las 4 am, sudoroso, tomas agua, de pronto te percatas que estas encerado gritas con desesperación, ¡que hago aquí!, la oscuridad invade tus sentidos, desconcertado sin saber que hacer, lloras en medio de la nada.
-Otra vez, gritando este loco, toda la noche se paso cantando, y bailando dijo el enfermero
-Son costumbres que tiene, cree que esta en un baile, y que tiene a una linda chica a la cual siempre cada noche se acuesta con ella, dijo el psicólogo
Cierras tus ojos , gritas, pero la lluvia no cesa, ni mucho encuentras tu paraguas negro, te sientes observado no sabes que hacer, no hayas respuesta alguna de cómo o cuando llegaste aquí, eres un peón para la ciencia, te preguntas, aun sigues llorando, diciendo entre dientes como llegue aquí, unas risas emergen de la nada, divisas entre las sombras una luz que ilumina la habitación, que ahora se ha convertido en una sala de interrogación, dos agentes, uno alto, robusto, con lentes y otro delgado no muy alto de bigote, te interrogan.
-Como lo hiciste maldito desgraciado, contesta
-Vamos confiesa tu crimen
-Confiésalo
Alzo la vos uno de los oficiales, tomándote de la nuca y del occipucio a la vez que el otro puso sobre la mesa un paraguas negro y de la punta una mancha roja emerge, de sangre ya coagulada,
-Aquí esta, al arma homicida, mostrándotela, casi, entre tu ceño, ojos y nariz
-No he hecho nada, dices con voz trémula
Los dos oficiales salieron des pues de media hora, de hostigarte, insultarte, y concluyeron con decirte, te dejamos, para que hagas memoria
Nueva mente cierras tus ojos poniendo tus brazos entre cruzados sobre la mesa y sobre de ellos tu ceño, sollozando, recuerdas la noche, aquella noche en aquella sala de baile, de donde saliste, con aquella chica de semblante hermoso y buen vestir, la música viajaba por el viento en las lóbregas calles, entraron en su apartamento, su mirada penetro en ti, rodeándote, tomaron unas cuantas copas, su ente se poso en el umbral de la cama, su esencia bebiste de sus labios, despojándola de toda prenda, recitándole poemas en el oído, como una sigilosa canción de piano, mientras el éxtasis yacía en sus cuerpos, mucho tiempo paso hasta que el sopor entro en sus mentes quedando totalmente inconscientes por el sueño
Luz de luna, te hizo recordar, el fulgor que se opacaba de los ojos desorbitados de la dama, mientras el goteo de un grifo, la sangre que caía desde la punta del paraguas hasta las sabanas blancas, desnuda, con gotas de sangre en su pecho, vientre, y piernas, tibio aun era su hermoso cuerpo, pero poco a poco sus medanos senos, perdían esa rigidez y sus pezones esa calidez de excitación, su cabello como tinta china regada en hojas, sobre la almohada.
Una vez mas tu llanto nació, y con ello la culpa te inundo, observas el humo del cigarro, entre la lúgubre soledad de tu cuarto que es perenne, mientras tu manos temblaban, y tus trémulas palabras respiraban el halito mortal de las horas, queriendo gritar, pero nadie te puede escuchar, desde una pequeña ventana en la puerta, te observan como cobaya en un laboratorio, no, no pude hacerlo dices y gritas, ¡no!, pero ahí esta en la esquina el arma homicida, que tus manos tomaron para tomar una vida, que tomaron el alma de la amante para llevarla al infierno o cielo, ahí esta, ahí estas, con la culpa en tu corazón, y la demencia de un crimen, se cierra la pequeña ventanilla, y de nuevo el cielo es lóbrego, los cirrus como nieve se desvanecen, la luna pierde esa brillantez que cautiva a las flores en noches de equinoccio, se cierran tus párpados y se cierra la ventanilla.
-No, no ha mejorado, desde que lo trajeron aquí su estado es aun peor
Unos pasos se escuchan con eco a las afueras del cuarto, mientras te acuestas en tu cama fría, viendo en las tinieblas el arma homicida, la culpable de todo, el paraguas negro, que en su mango, en manuscrita unas letras divisas, que dicen, Catherine, 1975-1998, moviéndose como las ramas de los árboles que se desvanecen con el alba....
Por: Sergio Vázquez...