Autor Tema: Razones  (Leído 3287 veces)

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Desconectado Potnia

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Razones
« en: Abril 20, 2006, 02:05:08 pm »
Pues bien, antes de continuar, les advierto que esta es una historia alterna en el mundo de Harry Potter.  Todos aquellos que sean devotos al "canon", sean indulgentes conmigo. Los que no sean "pottermaniacos", también les ruego indulgencia.  ¡Ah! y para los que ni les vaya, ni les venga, disfrútenlo como un mero ejercicio literario susceptible de ser mejorado.  Gracias por su atención a esta nota y, ahora sí, ¡procedan con la lectura! :-D
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Querido Will:

Niño mío, sé lo disgustado que estás. ¿Disgustado?, ¡furioso! sería un mejor término a emplear en este caso particular.  ¿Por qué te resistes a hablarme?, ¿por qué te empeñas en permanecer en este absurdo silencio cuando ambos sabemos que nada, absolutamente nada, puede cambiar lo sucedido?.  Juro por lo más sagrado que conozco que si yo pudiera te devolvería a tu padre, mi esposo, mi compañero, el amor de una vida que ya no deseo tan larga aunque sé que lo será, lo será ya que yo también tengo que aprender a vivir con su ausencia.  Nada, absolutamente nada podía evitar que sucediera lo que sucedió esta víspera de Solsticio.  Ni mis lágrimas, ni mis suplicas, ni la poción más poderosa, ni el encantamiento o el conjuro más potente, le hubiera prolongado una vida que comenzó a extinguirse después de aquel fallido intento de encarnación por parte de Jack Pettigrew tratando de recuperar la esencia mágica del maldito e infame Voldemort. ¡Nada!, nada lo podía retener con nosotros; ni siquiera el amor y la devoción que ambos le profesábamos incondicionalmente.  Ese nefasto Rito de Encarnación lo tocó de un modo que no pudo evitar el desenlace ocurrido este pasado Solsticio.  Sé que merezco tu enojo y tu silencio por haberte negado la oportunidad de despedirte de tu padre; pero, él mismo lo quiso así.  Él mismo quiso irse sin que nadie notara que se retiraba de esta vida.  Si hubiera podido, lo hubiera hecho sin avisarme a mí siquiera.  ¿Recuerdas su última crisis?, regresó como lo había hecho una y otra vez acostumbrándonos a la idea de que siempre, siempre estaría ahí, con nosotros.  Sin embargo, eso no era más que un  engaño, una ilusión, una mentira que a mi me gustaba creer y que, de paso, te hacía creer a ti para que tuvieras la confianza que necesitabas tener en ti mismo.  ¿Cómo podía explicarte que tu padre se iba a ir un buen día sin decirnos adiós porque, en realidad, la vida solo nos lo estaba prestando mientras su mal avanzaba inexorable?.  Hasta ahora, con tus trece años a cuestas, me resulta difícil explicarte por qué tomé la decisión de enviarte con tus padrinos a La Madriguera a celebrar con ellos tu decimotercer cumpleaños, cuando tu padre agonizaba aquí, en Hogwarts.  Tal vez porque, aunque sea un mal argumento, no quería que nada opacara tu felicidad de ese preciso instante.  Quizá el verdadero motivo fue mi miedo.  Si, estaba aterrada porque presentía que tu padre no iba  regresar esta vez y me volvía loca pensando en que demonios iba a hacer sin él.  Quería evitarte que contemplaras mi derrumbe, que presenciaras el triste espectáculo de mi orfandad emocional.  No iba a serte de mucha ayuda verme mal y exponerte a una maduración súbita al tener que hacerte cargo de una madre deshecha, ¿verdad?.  Sé que, para ti, esos no son argumentos válidos; sé que hubieras preferido vivir el tránsito de tu padre junto a mí en vez de ignorarlo en compañía de los Weasley.  Sé que es eso exactamente lo que te cuesta perdonarme aunque no me lo digas.  Sé que es eso porque tus ojos me lo han gritado cada vez que me miras, con rabia y coraje, desde cualquier rincón del castillo.  Sé que es eso cuando eludes mi presencia y evitas que podamos dirigirnos la palabra.  Sé que es eso y aceptó tu juicio: tal vez debía de haber tomado en cuenta tus deseos y hacerlos compatibles con los míos; pero, en ese momento, no podía pensar con mucha claridad.  En ese momento solo quería alejarte del dolor que te iba a causar la muerte de tu padre y no pensé en el castigo que me iba provocar esa decisión.  Solo me resta añadir, mientras espero que me perdones, que tu padre, antes de irse por completo, regresó solo para darme instrucciones sobre lo que yo debería hacer con su cadáver y para decirme lo mucho que nos amaba a los dos.  Te juro que quise retenerlo, que quise aprovechar ese momento suyo de lucidez para convencerlo de que no nos dejara pero, fue inútil, solo regresó para asegurarse que yo sabría hacer lo que debía de hacer después de su muerte.  No sabes cuánto me dolió el no poder evitar que nos dejara; no sabes cuánto me dolió que se extinguiera su vida entre mis brazos sin que yo pudiera hacer otra cosa más que llorar y llorar como una niña abandonada.  Lo único que logré fue arrancarle la promesa de que su espíritu permanecería con nosotros aunque su agotado y desgastado cuerpo ya no resistiera más.  Creo que fue después de escucharle decir esa promesa en medio de la agitación de su agonía, cuando supe que todos mis esfuerzos eran inútiles y que me tenía que resignar a su inevitable partida.  A pesar de todo, murió tranquilo mientras el fuego crepitaba en la chimenea y la nieve caía blandamente del otro lado de la ventana.  El silencio que siguió al momento de su exhalación, fue terrible.  Un silencio opresivo, un silencio que invadió todo a mi alrededor, un silencio que se me hizo eterno mientras el cuarto se llenaba de sombras y la tarde gris cedía su lugar a una noche negra.  Perdóname hijo, te lo ruego; perdóname por no querer que vivieras lo que yo tuve que vivir y lo que sigo viviendo aumentado con el dolor que me provoca el que no quieras hablarme.  Perdóname y ten a bien el considerar deshacerte de tu mutismo para que podamos llorar juntos.  Te adora



Tu madre   
Carpe diem