Me despierto en la noche. Siento mi mente turbia, nublada. Me siento en la cama e intento despejarme.
Pongo los pies en el frío suelo. Me gusta la sensación. Miro hacia el balcón. La suave luz de la luna penetra en mi cuarto entre las cortinas. Hace una plácida noche, una suave brisa hace bailar la fina tela que cae tras los ventanales, juega con ella. Salgo al balcón y me apoyo en la baranda. Puedo sentir la brisa en mi piel... Empiezo a despertarme.
Cierro los ojos y veo como pasan lentamente una serie de imágenes por mi cabeza. Mi abuela, mi abuelo, mi padre, mi madre. Todos tan lívidos con la palidez de la muerte. Sujeto fuertemente la baranda y me subo encima. Miro abajo y me pregunto ¿será suficiente?
Siento una punzada de adrenalina y lo hago. Salto al vacío. Me siento tan libre...
De golpe, despierto. Noto los cinturones alrededor de mis muñecas y mis tobillos. Me apretan, me rozan, me cortan la circulación. No puedo levantar de la cama en la que me encuentro. Tan solo puedo mirar el techo.
Dicen que estoy loca, que asesiné brutalmente a mi familia. Eso no es cierto... yo tan solo los liberé de éste mundo cruel. Ellos son los malvados, los que me retienen en este mundo contra mi voluntad. Realmente, ¿estoy loca?