Autor Tema: Él rincón histórico...  (Leído 4279 veces)

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Él rincón histórico...
« en: Agosto 24, 2005, 12:46:14 pm »
Bueno,  pues se me ocurrió meterle algo más de variedad al foro poniendo un espacio para mitología o historia de todo tipo... Un tema histórico... Que podamos compartir datos interesante sobre las diferentes culturas de México y Sudamérica...

Y como todo comienzo de tema, pues comienzo yo!

Yo les quiero hablar de leyendas mexicas... Hay una gran cantidad de leyendas desde mucho antes de la Colonia... Y esta es una que leí hace muchos años y en realidad me gusta mucho... Dejen ver si me acuerdo de todos los datos bien jejejeje, tendré que investigarle, pero esta historia se las digo de memoria hasta que la encuentre en la red y la corriga, vale?

El Sol y la Luna

El primer Sol, el Sol del Tigre, nació en 955 a.c. Pero al final de un largo período de 676 años, el Sol y los hombres fueron devorados por los tigres.
El segundo Sol era el del viento. Él fue llevado por el viento y todos los que vivían sobre la tierra, y quienes se colgaban de los árboles para resistir a la tempestad se transformaron en monos.
Vino a continuación el tercer Sol, el sol de la Lluvia. Una lluvia de fuego se abatió sobre la tierra, y los hombres se transformaron en pavos.
El cuarto Sol, el sol de Agua, fue destruido por las inundaciones. Todos los que vivían en esta época se transformaron en peces.
El agua recubrió todo durante 52 años.

Pensativos, los dioses se reunieron en Teotihuacan:
- Quién se va a encargar ahora de traer la aurora sobre la tierra?
El Señor de los Caracoles, célebre por su fuerza y su belleza, hizo un paso adelante:
- Yo seré el sol, dijo él.
- Alguien más?
Silencio.
Todos miraron al Pequeño Dios Sifilítico, el más feo y desafortunado de los dioses, y decidieron:
- Tú.
El Señor de los Caracoles y el Pequeño Dios Sifilítico se retiraron a las montañas, que hoy son las pirámides del Sol y de la Luna. Allá, en ayunas, meditaron.
Luego los dioses formaron un inmensa hoguera, contemplaron el fuego y los llamaron.
El Pequeño Dios Sifilítico tomó impulso y se tiró a las llamas. Resurgió enseguida después y se elevó, incandescente, en el cielo.
El Señor de los Caracoles miró la hoguera ardiente, el seño fruncido. Avanzó, retrocedió, se detuvo, dio varias vueltas. Como no se decidía, exasperados, los dioses lo empujaron. Pero antes de que se elevara en el cielo, los dioses, furiosos, lo abofetearon y le pegaron en la cara con un conejo, tanto que le retiraron su resplandor.
Fue así que el arrogante Señor de los Caracoles se volvió la Luna. Las manchas de la Luna son las cicatrices de su castigo.

Pero el Sol resplandeciente no se movía.
El gavilán de obsidiana voló hacia el Pequeño Dios Sifilítico y le preguntó:
- Por qué no te mueves?
Y respondió, él, el menospreciado, el purulento, el jorobado, el cojo:
- Porque yo quiero la sangre y el reino.

Este quinto Sol, el Sol del Movimiento, iluminó a los toltecas e iluminó a los aztecas. Tenía garras y se alimentaba de corazones humanos.
************

Puede que tenga errores... como dije lo puse de lo que me acordaba... en un ratito pongo los datos correctos en caso de haberme equivocado XD


Desconectado Hikaru_Watsuki

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waaa!!!
« Respuesta #1 en: Agosto 25, 2005, 12:31:52 am »
Mi queridisimo Demon me encanto tu historiaa super interesante y linda!!! yo tmb tengo por ahi algo de mitologia azteca me parece... voy a buscarla xq me fascino tu idea y quiero contribuir!!! cuidate mucho!!

Desconectado Raven_taniss

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Él rincón histórico...
« Respuesta #2 en: Agosto 25, 2005, 01:55:13 pm »
Muy buen espacio Demons!!!

segun yo recuerdo en esta historia,(yo los conozco con otros nombres, pero se me olvidan como se escriben)

Es la leyenda de cuando surge el sol con la luna.

Aqui interviene un noble que al sentir miedo no se lanzaba a la hoguera,  y un humilde hombre al ver esto, se ofrecio lanzandose para que se salven los demas, al ver el acto de valentia del humilde esclavo, el noble se lanzo tambien, que dieron vida a dos soles. Entonces los sacerdotes decidieron apagar uno, por que evitaria el transcurso del dia y la noche, mandando a un conejo (tampoco recuerdo el nombre n_n) para apasiguar su luz y calor.....

Creo que tu version demon es correcta, yo recuerdo esta razon...

Segun la leyenda,
el quinto sol que es el movimiento, es en el cual estamos nosotros viviendo, y lo relacionan con los terremotos que se han desatado en los ultimos 20 anios, y bueno creo que es casi correcta no lo creen?

Como pueden ser algunas leyendas influir en la actualidad......

Desconectado whitewolf

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Él rincón histórico...
« Respuesta #3 en: Agosto 25, 2005, 07:03:47 pm »
Me gusto este post amigo demons y me gusto tu historia, creo que este sera un buen medio para descubrir y querer mas a nuestro mexico original y no el mexico conformista y olvidadizo..

A continuacion una pequeña historia acerca de la construccion de una iglesia llamada de "La Ermita"

La Iglesia de la Ermita

La iglesia de la Ermita, emplazada en el barrio de San Francisco, fue construida bajo la advocación de la virgen María con el nombre de Ermita de Nuestra Señora del Buen Viaje. En la época en que fue edificada, dicha iglesia que entonces era un pequeño adoratorio, se hallaba fuera del perímetro del puerto, a considerable distancia del centro de la población, y al comienzo de la vía de herradura que los lugareños bautizaron con el nombre de Camino Real.
Y he aquí la historia de ese templo.

A mediados del siglo XVII residía en la villa campechana un caballero llamado Gaspar González de Ledesma, que se contaba entre los miembros más conspicuos de la elite local. Hombre acaudalado, su personalidad se manifestaba de acuerdo con su favorable condición económica. Sustentaba Don Gaspar un criterio que hoy se calificaría de pragmático, pues entre diversas concepciones, fruto de su manera de apreciar las cosas, sostenía la opinión de que la vida pertenece a los audaces. Típico de aquel rico hombre era el punto de vista de que la modestia sólo conduce a frustaciones y lágrimas; y decía que los pobres lo son por sus titubeos y miedos, que les impiden aprovechar las oportunidades que se les ofrecen. Como se comprende, Don Gastar únicamente respetaba a sus iguales; y a los humildes y desposeídos los ignoraba, si no es que sentía hacía ellos un profundo desprecio.

En materia de religión, Don Gaspar no era precisamente un ateo, pero tampoco se distinguía por su piedad; y aunque por precaución no externaba sus convicciones en este terreno, dadas las costumbres imperantes, a su juicio la oración y las prácticas del culto representaban fruslerías y, según él, constituían el refugio de los pusilánimes y fracasados.

Cierta vez, el caballero de nuestro relato, después de una jornada de lucrativos negocios que realizó en varias ciudades de España, se embarco en Cádiz para retornar a Campeche. En la nao viajaban, como compañeros de travesía de González, individuos de distintas nacionalidades y oficios que se dirigían a América ya sea para ocupar una vacante disponible en la administración colonial; ya para emprender una industria que sirviera para aumentar, mediante la explotación de las fabulosas riquezas americanas, los dividendos del comercio proteccionista de la Metrópoli; ya en plan de simples aventureros. Entre aquellos pasajeros figuraba un fraile que marchaba al Nuevo Continente en misión evangelizadora. Era el tal un ser menudo, apergaminado y enjunto, que en la nave se mantenía apartado de los demás. Este hombre de Dios, a pesar de su sencillez, atrajo la atención de Don Gaspar, quien le buscó conversación. El hermano, a quien nombraremos Fray Rodrigo, no era lo que parecía, pues causó en el de Ledesma la mejor de las impresiones tanto por su sabiduría como por su conocimiento del mundo y, especialmente, por su filosofía inspirada en la fe y las Sagradas Escrituras. No dejó Fray Rodrigo de percibir que se las había con un descreído, y se las ingenió para iniciar su labor catequizadora atacando la muralla de soberbia encarnada por Don Gaspar.

Durante el trayecto, el burgués observó que el clérigo casi no tomaba alimentos, que sistemáticamente rechazaba los que consumían la tripulación y los otros viajantes, y que, para subsistir, usaba exclusivamente agua, miel y frutas secas que guardaba en su zurrón. Además, el ricachón vio que Fray Rodrigo era un devoto de la Santísima Virgen María, cuya imagen llevaba en el relicario. Y como se estableció alguna camadería entre los dos personajes, en una ocasión dijo Don Gaspar al fraile: -Hermano, vuestro estilo de vivir es una prueba de que yo tengo razón y que vos estáis totalmente equivocado.
¿Por qué habláis así?-, preguntó Fray Rodrigo.
-Porque es evidente que no coméis porque estáis enfermo o porque sois pobre. En cualquier caso, vuestra situación procede del oficio a que os dedicáis, pues no hay otro más triste y contrario a la naturaleza que el de fraile. ¿Quién puede estar a gusto con nada si constantemente sufre privaciones y el escarnio de la gente, además de estar incapacitado para luchar por los bienes que hacen agradable la vida?
-No os expreséis así, hermano –repuso el misionero-, pues blasfemáis. Considerad que yo escogí la carrera de sacerdote por mi voluntad; y, por otra parte, habéis de saber que la Madre de Dios ha sido siempre mi bienehechora, como lo es de todos los hombres, y esto se refiere también a vos.
-¡Pamplinas! –respondió Don Gaspar-. Hasta ahora me he bastado sin nadie; y yo os garantizo que jamás necesitaré ayuda de ningún santo, que por lo demás no entiendo cómo pueda prestarme auxilio alguno. Entre los humanos, padre, únicamente cuentan la iniciativa y la astucia, aunque vos pretendáis que recibimos asistencia de arriba. Yo os aseguro que sólo el poder de un hombre es superior al de otro hombre.

Y en pláticas de este cariz iba transcurriendo el largo recorrido.

Pero una mañana el capitán de la embarcación advirtió a los pasajeros que se aprestaran a resguardarse porque en el horizonte se avizoraban señales de tormenta. Efectivamente, al atardecer los signos del temporal se afirmaron, y al entrar la noche se desató una furiosa tempestad. La marejada sacudía la base zarandeándola como un juguete, y altas olas barrían la cubierta y los compartimentos del bajel. Y, en vista de que a medida que las horas pasaban la tormenta arreciaba, el capitán dispuso evacuar el barco que, por los embates del huracán, estaba a punto de zozobrar. Mas no fue posible cumplir la orden transmitida, Una sucesión de olas gigantescas se abatió sobre el navío que, al quedar sin equilibrio, naufragó y fue despedazado por la potencia del terrible maremoto.

Mientras la tempestad continuaba azotando los restos del buque, los desdichados ocupantes del mismo, incapaces de ponerse a salvo, desaparecían tragados por el mar. Solamente el solitario fraile superó el desastre, pues, con ímprobos esfuerzos, había logrado abordar unos maderos que, a modo de improvisada balsa, le sirvieron para no se arrastrado por la vorágine al fondo del océano. Fray Rodrigo, recobradas sus energías, oteaba alrededor suyo para ver de descubrir  a algún sobreviviente y tratar de ayudarlo. Pero todo era en vano. El mar había absorbido a los navegantes. Sin embargo, un golpe de las olas estrelló contra las tablas un cuerpo, y el misionero, con peligro de perecer en el maremágnum, lo aprisionó por un brazo. Y depositándolo sobre la balsa, que a cada minuto amenazaba irse a pique, reconoció, al destello de los relámpagos, al rescatado: ¡Era Don Gaspar González, aquel que pensaba que el mundo pertenece a los poderosos!.

La tempestad amainó; y mientras el sacerdote, rezaba sus oraciones fúnebres por el alma del comerciante, éste exhaló un gemido. ¡Aún vivía! Inmediatamente Fray Rodrigo extrajo de su zurrón pócima que dio a beber al semiahogado, y segundos más tarde Don Gaspar vomitó una tremenda cantidad de agua salada. Ya algo reanimado, el fraile administró unas gotas de vino gracias a las cuales recobró la lucidez. ¡Y su sorpresa no tuvo límites al saberse ileso en el centro del Atlántico y al lado del franciscano!

En los días que siguieron de náufragos, sometidos a la acción del inclemente sol y moviéndose lentamente a la deriva, se mantuvieron con la parca ración que el padre Rodrigo transportaba en su bolsa de peregrino. Hasta que las provisiones se agotaron. Y entonces el hombre fuerte, el que siempre se había burlado de los débiles y los pusilánimes, se entregó a la desesperación. -¿Qué vamos a hacer, hermano Rodrigo? ¡Moriremos de hambre y de sed! ¡Yo no quiero morir!- gritaba. A lo que el religioso contestaba: -¡Tened fe en Dios y la Virgen, señor de Ledesma! No ganáis nado con quejaros. Si creéis en la potestad divina, rogad de todo corazón por vuestra salvación, y yo os juro que aun acariciaréis  a vuestro nietos.

Para colmo, una segunda tempestad estalló sobre los desgraciados; y, debido a la irresistible vendaval que soplaba, la balsa se abrió por la mitad, con lo que en su superficie ya sólo había espacio para uno de ellos. Don Gaspar, trémulo de espanto, se aferró al madero. Y, antes de perder el conocimiento, escuchó lejanamente la voy del fraile, que le decía: -No temáis, infeliz Don Gaspar. Ahora comprobaréis que nuestra Madre nunca abandona a sus hijos. Sólo os pido que elevéis vuestras plegarias a la Santísima Virgen, y confiad en que saldraís de esta calamidad.

No supo González cuánto tiempo estuvo inconsciente; pero, al despertar, se encontró en tierra, en una playa desierta a ala que había sido arrojado por la resaca. Quiso incorporarse, pero a extenuación se lo impidió. Y, al repetir su intento, de su diestra resbaló un relicario en el que reconoció el que llevaba al cuello Fray Rodrigo. Una especie de luz cegadora iluminó el descernimiento del infortunado, y a su mente acudieron en tropel las escenas ocurridas en el viaje y los dantescos acontecimientos de la tormenta. Aquilató hasta la última raíz de su espíritu el desprendimiento del franciscano, que se sacrificó para que él el altivo González de Ledesma, se librara de los horrores de la muerte. Y cayó desmayado.

Personas bondadosas que hallaron exánime náufrago se encargaron de proporcionarle los cuidados necesarios para su restablecimiento. Y, ya suficientemente fortalecido, le suministraron los medios para trasladarse de Cuba, la tierra a donde providencialmente había sido lanzado por la borrasca, a Campeche.

De más esta decir que Don Gaspar llegó al puerto transformado, y fue su cambio tan completo que sus amigos apenas le identificaron: la soberbia se había trocado en mansedumbre, y la ostentación de antaño se mudó en humildad. Obedeciendo a un impulso sobrenatural, vendió su patrimonio y el producto lo distribuyó entre los pobres.

Y con una parte de lo obtenido mandó construir la capilla que, a ruego suyo, fue puesta bajo la advocación de Nuestra Señora, consagrándose en el altar la imagen del relicario de Fray Rodrigo.

Finalmente, Don Gaspar solicitó ser designado guardián del templo; y, satisfecha su petición, visitó el burdo hábito del ermitaño que, socorrido por la caridad pública, terminó sus días en olor de santidad en calidad de siervo de Nuestra Señora del Buen Viaje.
 
 

Fuente: Libro LEYENDAS APOCRIFAS
            Folklore Campechano
            Autor: Guillermo González Galera
            Editado por el Depto. de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma del Sudeste
            Septiembre de 1977
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« Respuesta #4 en: Agosto 25, 2005, 09:57:51 pm »
Gracias Wolf!

Está muy interesante la Leyenda de "La Ermita".

Ahora les dejo otra leyenda Mexica que me encontré y me pasreció interesante!

El Cuauhixti
(árbol de los ojos)
Otomí



Allá en las estribaciones de la Sierra Gorda, donde la corriente del río Xichú se hace suave, existe un pueblo con raíces profundas de limpio origen prehispánico.

Aquel pueblo pegado a la roca y al río hace siglos era gobernado por un cacíque llamado Chuin -Pájaro Azul- el cual estaba casado con la bella Andonei -Flor- , hija única de un famoso guerrero otomí llamado Anyeh -Lluvia-.

Chuin y los habitantes de Xichú se consideraban protegidos por los dioses, ya que todo era felicidad y abundancia en el poblado.

Mas un día llegó hasta ellos un sajoo -hechicero- quien al contemplar la bella juventud de Adonei, brillándole los ojos misteriosamente, profetizó:

-¡Qué bella es la flor del valle, y qué feliz su poseedor; pero no tardará el día en que el río tragará su vida y entonces será todo lloro y aflicción en este pueblo.

Andoneí, asustada, buscó los ojos febriles del agorero, preguntándole:

-Sajoo ¿puedes decirme cuál será la causa de mi próxima muerte?

-De lejos vendrá un hermoso guerrero que te embrujará con la mirada de sus ojos.Por él despreciarás el amor puro de tu esposo.Todo lo olvidarás; todo lo abandonarás por seguir trás sus ojos brujos que te causarán la muerte.

Cuando el cacique Chuin supo del agüero del sajoo montó en cólera, ordenando al instante que fuera arrojado del pueblo el viejo hechicero y abandonado en lo más intrincado del bosque, en espera de que las fieras lo despedazaran.

Y las órdenes del cacique fueron cumplidas.El viejo sajoo, al quedar libre de sus verdugos, después de emitir una horrible carcajada, gritó con voz estentórea:

-El guerrero Chuin no tendrá simiente de amor, porque el río se la llevará- y volviendo a reir sarcásticamente, desapareció.

Pasó el tiempo y ya nadie se acordaba de las amenazas del sajoo, cuando de las montañas cubiertas de bosques llegó un aguerrido guerrero tenochca, seguido de un gran séquito.

El cacique Chuin salió a recibirlo con todos los honores que correspondía a un embajador del emperador Moctezuma Ilhuicamina.Más cuando el señor Xichú llego frente al desconocido, inexplicablemente el cielo azul y transparente fue surcado por infinidad de rayos cuyos espantosos truenos produjeron pavor en los habitantes del poblado, que terriblemente sobrecogidos de terror contemplaban aquel fenómeno durante el cual, a pesar de la gran cantidad de rayos y truenos, sobre la tierra no caía ni una sola gota de agua.

El desconocido guerrero, recibio de acuerdo a su alto cargo de Tlacatécatl o general del emperador Moctezuma Ilhuicamina -Flechador del Cielo- llamado Coyoltótotl -Gorrión Panalero- iba paso, camino de Tenochtitlán, por lo que pedía hospitalidad hasta que el cansancio desapareciera de él y sus guerreros.

El cacique Chuin trató a su huésped con toda clase de miramientos, por lo que la bella Andoeni se vio en la necesidad de agasajar a tan noble guerrero.

Coyoltótotl era aguerrido, hermoso y delicado en su trato; pero la belleza de sus ojos color de miel, tenía algo maléfico.

Cuando miraba intensamente, había en sus ojos un sortilegio que subyugaba hasta el grado de sentir deseos de obedecer ciegamente el misterioso mandato de sus ojos.

Chuin se alarmó mucho cuando un día sorprendió ala palidez y el ofuscamiento de de su esposa ante la enigmática mirada del guerrero mexica.

Pasaron los días, y un amanecer Andonei decidió ir a bañarse al río como lo hacía frecuentemente, ya que su esposa había ordenado se le acondicionara en un recodo de la ribera un refugio inviolable, allí donde la corriente era suave y tranquila y la vegetación exuberante proporcionaba un recatado albergue.

Cuando la joven iba a disfrutar de su deleite manantial, le salió al paso Coyoltótotl el cual miró intensamente las pupilas serenas de Anonei quien al instante se sintió paralizada y alucinada.

Coyoltótotl avanzó lentamente hasta quedar tan cerca de la bella esposa del guerrero Chuin que podía escuchar el latido de su inquieto corazón.

El guerrero mexica, sin dejar de mirarle los negros ojos, la tomó entre sus brazos sin que la joven intentara evitarlo acabando por besar ávidamente los frescos labios de Andonei, y después enlazándola por la cintura, la condujo a lo más intrincado del bosque.La noche cayó sobre el pueblo, pero la esposa del cacique de Xichú no regresaba.

Por largas horas Chuin estuvo inquieto, pensando en qué le habría sucedido a su esposa, la cual podría haber sido atacada por las fieras, o picado por una serpiente venenosa.

Cuando era más de media noche salió en su busca seguido de varios guerreros que se dispersaron en todas direcciones, en tanto que él se dirigía a la selva lanzando voces.

La noche sin luna hacía más tenebrosa la búsqueda, y Andonei no respondía a su llamado angustioso.

Cuando Chuin estaba más temeroso por la suerte de sus esposa, el tecolote cantó.

Chuin con el corazón destrozado tuvo un terrible presentimiento: ¿Acaso las predicciones del hechicero se habían cumplido? ¿Acaso los dioses había decretado que por siempre perdiera el amor de su amada esposa?

Toda la noche se buscó a la desaparecida, mas nadie pudo encontrarla ni el menor rastro de la joven.

Chuin desesperado la presentía muerta, ya que no contestaba a sus gritos llenos de angustia, y cuando al amanecer, vencidos por el infortunio, pensaba en regresar al pueblo, el canto lúgubre del tecolote le volvió a intimidar.

La vereda por la que caminaba solo, parecía alargarse.Era una senda apenas perceptible que llevaba al corazón del bosque, allí donde un dios solitario y oculto velaba por los seres habitantes de la soledad.

De pronto el guerrero Chuin creyó escuchar voces suaves y delicadas por lo que se detuvo y esperó.El eco de voces proseguía, casi era un murmullo; pero él que era experto cazador, a pesar de la distancia, reconoció el timbre dulce y arrullador de su amada esposa, la cual pronunciaba palabras de amor.

El cacique Chuin, enloquecido de odio, corrió hacia el claro del bosque de donde provenía el lenguaje amoroso, llegando a sorprender a la linda Andonei y al guerreo Coyoltótotl fundidos en un apasionado abrazo.

Chuin, ciego de celos, se avalanzó sobre su rival: los dos hombres entablaron un feróz combate; mas fue el afilado puñal de Chuin el que se clavó en el corazón del guerrero de los ojos brujos.Chuin teniendo sangrante y caído a sus pies a su rival, inmisericorde, le arrancó los ojos que habían embrujado a su esposa Andonei clavándolos en el tronco del árbol más cercano.

Andonei, como si despertara de un largo sueño, al contemplar el cuerpo de Coyoltótotl, el príncipede los bellos ojos color de miel, echó a correr camino del río, y allí donde la corriente era más turbulenta y peligrosa, se precipitó a ella.

¡El augurio del viejo sajoo se había cumplido!

Los años pasaron, y aquel árbol que nunca había florecido un día dio flores y fruto.Era un fruto que semejaba ojos humanos.

Los sajoos que saben interpretar el lenguaje de las cosas descubrieron el secreto.

¡Eran los ojos de Coyoltótotl que el cacique Chuin había clavado en su tronco!

Ellos llegaron también a saber que los dioses, benignos y comprensivos, les volvieron a dar vida con cualidades mágicas.

Aún en nuestros días los yerberos y hechiceros a ese fruto misterioso le llaman Cuauhixti, y lo buscan y recogen su semilla que actualmente llaman "ojo de venado" , la cual aseguran sirve para "ahuyentar el mal del ojo".


Leyendas Prehispánicas Mexicanas
Otilia Meza


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« Respuesta #5 en: Agosto 26, 2005, 12:34:52 pm »
El mayab


Hace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.

Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente: —Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos.

Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.

Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.

Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.

Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:

—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra que les quitaron.

Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.
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Re: Él rincón histórico...
« Respuesta #6 en: Marzo 15, 2006, 12:47:26 pm »
Decidí revivir este posteo porque me parecería interesante conocer de las culturas de nuestros amigos de Colombia, al igual que ellos conozcan un poco de nuestra cultura y nuestra historia.. Una especia de intercambio cultural e histórico.

La montaña de maíz

Los dioses se preguntaron lo que podrían comer los hombres.
Un día, Quetzalcoatl encontró una hormiga roja en los alrededores de Teotihuacan. La hormiga llevaba un grano de maíz.
Muy interesado, Quetzalcoatl le preguntó dónde ella lo había encontrado. En un primer momento, la hormiga hizo como si nada pasara y prosiguió su ruta. Pero frente a la insistencia del dios ella respondió que lo había extraído de la "Montaña de Nuestra Alimentación" y lo invitó a seguirla.
Pero Quetzalcoatl era demasiado grande para entrar en este lugar como las otras hormigas. Entonces él debió recurrir a la magia y se transformó en hormiga negra. La hormiga roja lo esperaba en el interior, y lo guió hasta el lugar donde se encontraban montones y montones de maíz.
Después ella lo ayudó a recoger suficientes granos para compartir con los otros dioses. El gran Quetzalcoatl le agradeció y se fue.
Quetzalcoatl llevó el maíz a los otros dioses quienes, más tarde, lo dieron a comer a los hombres. El alimento era bueno. Había necesidad de más maíz, pero era una tarea fatigante transformarse en hormiga para llevar los granos poco a poco.
Quetzalcoatl intentó llevarse la "Montaña" entera pero no tuvo éxito. Los dioses pidieron entonces la ayuda al adivino Oxomo y su mujer Cipactonal para que ellos adivinen la suerte. Ellos le revelaron que si Nanahuatl lanzaba el rayo, la "Montaña de Nuestra Alimentación" permanecería abierta. Los Tlatocas (dioses de la lluvia) descendieron y comenzó a llover mientras que Nanahuatl lanzó el rayo sobre la "Montaña" que se abrió, dejando libres los granos de nuestra alimentación: maíz, judías... que los dioses aportaron a la humanidad.
« Última modificación: Marzo 15, 2006, 12:56:36 pm por demonslayer »


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Re: Él rincón histórico...
« Respuesta #7 en: Marzo 15, 2006, 12:58:22 pm »
No hay que olvidar, por supuesto, una de las leyendas más hermosas y representativas de los aztecas...


La Leyenda de los Volcanes
 
Las huestes del Imperio azteca regresaban de la guerra.

 Pero no sonaban ni los teponaxtles ni las caracolas, ni el huéhuetl hacía rebotar sus percusiones en las calles y en los templos. Tampoco las chirimías esparcían su aflautado tono en el vasto valle del Anáhuac y sobre el verdiazul espejeante de los cinco lagos (Chalco, Xochimilco, Texcoco, Ecatepec y Tzompanco) se reflejaba un menguado ejército en derrota. El caballero águila, el caballero tigre y el que se decía capitán coyote traían sus rodelas rotas y los penachos destrozados y las ropas tremolando al viento en jirones ensangrentados.

 Allá en los cúes y en las fortalezas de paso estaban apagados los braseros y vacíos de tlecáxitl que era el sahumerio ceremonial, los enormes pebeteros de barro con la horrible figura de Texcatlipoca el dios cojo de la guerra. Los estandares recogidos y el consejo de los Yopica que eran los viejos y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban ansiosos la llegada de los guerreros para oír de sus propios labios la explicación de su vergonzosa derrota.

 Hacía largo tiempo que un grande y bien armando contingente de guerreros aztecas había salido en son de conquista a las tierras del Sur, allá en donde moraban los Ulmecas, los Xicalanca, los Zapotecas y los Vixtotis a quienes era preciso ungir al ya enorme señorío del Anáhuac. Dos ciclos lunares habían transcurrido y se pensaba ya en un asentamiento de conquista, sin embargo ahora regresaban los guerreros abatidos y llenos de vergüenza.

 Durante dos lunas habían luchado con denuedo, sin dar ni pedir tregua alguna, pero a pesar de su valiente lucha y sus conocimientos de guerra aprendidos en el Calmecac, que era así llamada la Academia de la Guerra, volvían diezmados, con las mazas rotas, las macanas desdentadas, maltrechos los escudos aunque ensangrentados con la sangre de sus enemigos.

 Venía al frente de esta hueste triste y desencantada, un guerrero azteca que a pesar de las desgarraduras de sus ropas y del revuelto penacho de plumas multicolores, conservaba su gallardía, su altivez y el orgullo de su estirpe.
 

Ocultaban los hombres sus rostros embijados y las mujeres lloraban y corrían a esconder a sus hijos para que no fueran testigos de aque retorno deshonroso.

 Sólo una mujer no lloraba, atónita miraba con asombro al bizarro guerrero azteca que con su talante altivo y ojo sereno quería demostrar que había luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de hombres de las razas del Sur.

 La mujer palideció y su rostro se tornó blanco como el lirio de los lagos, al sentir la mirada del guerrero azteca que clavó en ella sus ojos vivaces, oscuros. Y Xochiquétzal, que así se llamaba la mujer y que quiere decir hermosa flor, sintió que se marchitaba de improviso, porque aquel guerrero azteca era su amado y le había jurado amor eterno.

 Se revolvió furiosa Xichoquétzal para ver con odio profundo al tlaxcalteca que la había hecho su esposa una semana antes, jurándole y llenándola de engaños diciéndole que el guerrero azteca, su dulce amado, había caído muerto en la guerra contra los zapotecas.

 --¡Me has mentido, hombre vil y más ponzoñoso que el mismo Tzompetlácatl, - que así se llama el escorpión-; me has engañado para poder casarte conmigo. Pero yo no te amo porque siempre lo he amado a él y él ha regresado y seguiré amándolo para simpre!

 Xochiquétzal lanzó mil denuestos contra el falaz tlaxcalteca y levantando la orla de su huipil echó a correr por la llanura, gimiendo su intensa desventura de amor.

 Su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas superficies de las aguas del gran lago de Texcoco, cuando el guerrero azteca se volvió para mirarla. Y la vio correr seguida del marido y pudo comprobar que ella huía despavorida. Entonces apretó con furia el puño de la macana y separándose de las filas de guerreros humillados se lanzó en seguimiento de los dos.

 Pocos pasos separaban ya a la hermosa Xochiquétzal del marido despreciable cuando les dio alcance el guerrero azteca.

 No hubo ningún intercambio de palabras porque toda palabra y razón sobraba allí. El tlaxcalteca extrajo el venablo que ocultaba bajo la tilma y el azteca esgrimió su macana dentada, incrustada de dientes de jaguar y de Coyámetl que así se llamaba al jabalí.

 Chocaron el amor y la mentira.

 El venablo con erizada punta de pedernal buscaba el pecho del guerrero y el azteca mandaba furioso golpes de macana en dirección del cráneo de quien le había robado a su amada haciendo uso de arteras engañifas.

 Y así se fueron yendo, alejándose del valle, cruzando en la más ruda pelea entre lagunas donde saltaban los ajolotes y las xochócatl que son las ranitas verdes de las orillas limosas.

 Mucho tiempo duró aquél duelo.

 El tlaxcalteca defendiendo a su mujer y a su mentira.

El azteca el amor de la mujer a quien amaba y por quien tuvo arrestros para regresar vivo al Anáhuac.

 Al fin, ya casi al atardecer, el azteca pudo herir de muerte al tlaxcalteca quien huyó hacia su país, hacia su tierra tal vez en busca de ayuda para vengarse del azteca.

 El vencedor por el amor y la verdad regresó buscando a su amada Xochiquétzal.

 Y la encontró tendida para siempre, muerta a la mitad del valle, porque una mujer que amó como ella no podía vivir soportando la pena y la vergüenza de haber sido de otro hombre, cuando en realidad amaba al dueño de su ser y le había jurado fidelidad eterna.

 El guerrero azteca se arrodilló a su lado y lloró con los ojos y con el alma. Y cortó maravillas y flores de xoxocotzin con las cuales cubrió el cuerpo inanimado de la hermosa Xochiquétzal. Corono sus sienes con las fragantes flores de Yoloxóchitl que es la flor del corazón y trajo un incensario en donde quemó copal. Llegó el zenzontle también llamado Zenzontletole, porque imita las voces de otros pajarillos y quiere decir 400 trinos, pues cuatrocientos tonos de cantos dulces lanza esta avecilla.

 Por el cielo en nubarrones cruzó Tlahuelpoch, que es el mensajero de la muerte.

 Y cuenta la leyenda que en un momento dado se estremeció la tierra y el relámpago atronó el espacio y ocurrió un cataclismo del que no hablaban las tradiciones orales de los Tlachiques que son los viejos sabios y adivinos, ni los tlacuilos habían inscrito en sus pasmosos códices. Todo tembló y se anubló la tierra y cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el cielo se hizo tenebroso y las gentes del Anáhuac se llenaron de pavura.

 Al amanecer estaban allí, donde antes era valle, dos montañas nevadas, una que tenía la forma inconfundible de una mujer recostada sobre un túmulo de flores blancas y otra alta y elevada adoptando la figura de un guerrero azteca arrodillado junto a los pies nevados de una impresionante escultura de hielo.

 Las flores de las alturas que llamaban Tepexóchitl por crecer en las montañas y entre los pinares, junto con el aljófar mañanero, cubrieron de blanco sudario las faldas de la muerta y pusieron alba blancura de nieve hermosa en sus senos y en sus muslos y la cubrieron toda de armiño.

 Desde entonces, esos dos volcanes que hoy vigilan el hermoso valle del Anáhuac, tuvieron por nombres Iztaccihuatl que quiere decir mujer dormida y Popocatepetl, que se traduce por montaña que humea, ya que a veces suele escapar humo del inmenso pebetero.

 En cuanto al cobarde engañador tlaxcalteca, según dice también esta leyenda, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra y también se hizo montaña y se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Poyauteclat, que quiere decir Señor Crepuscular y posteriormente Citlaltepetl o cerro de la estrella y que desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca podrá ya separar.

Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al Dios Colibrí y en el panteón azteca las montañas eran dioses y recibían tributos de flores y de cantos, porque de sus faldas escurre el agua que vivifica y fertiliza los campos.

 Durante muchos años y poco antes de la conquista, las doncellas muertas en amores desdichados o por mal de amor, eran sepultadas en las faldas de Iztaccihuatl, de Xochiquétzal, la mujer que murió de pena y de amor y que hoy yace convertida en nívea montaña de perenne armiño.


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Re: Él rincón histórico...
« Respuesta #8 en: Marzo 28, 2006, 12:48:16 am »
Uuuuyyyyyyy, como no habia visto este tema,

hola como estan?, se varias leyendas aztecas, jejeje me siento como uno de ellos y hasta las creo,

solo quiero decir algunas cosas para no dar mala informaciòn, como en un principio los gringos, ingleses y franceses eran los que investigaban la historia mexica, en ocaciones se ve mucho la palabra tigre en vez de jaguar y los nombres de los dioses varian exageradamente, por lo que a pesar de la dificultad de pronunciarlos tratemos de escribirlos su nombre en nahuatl, por ejemplo Huitzilopochtli en vez de dios de la guerra o aunque no es dios Malintzin en ves de Malinche blablabla,

disculpen el discurso...